30 septiembre, 2011

Una mudanza

Apenas necesité una furgoneta. Sólo tenía una cama, algo de ropa y unas cacerolas que mi madre había ido comprando con los cupones del Caprabo.

Estuve unas semanas comiendo con una caja de cartón a modo de mesa. Y una tele pequeña, de 17 pulgadas, sin señal de antena pero que hacía redonda una estancia que tardó un par de estaciones en resultarme cálida.

He convertido un espacio en un tiempo. He presumido de belleza. He vertido mis sueños por el hueco de la almohada y amado, he amado tanto, que espero que sólo fuera el principio de mi carente sobra de amar. Por estas esquinas he dejado retazos de una piel ya mudada y radiante.

Hoy el día es fresco. Están tardando poco. Veo salir mi vida sentada en el sofá. Veo como este espacio se vacía. Se vuelve a llenar de ausencia y mi presencia imagina mi nueva felicidad. Veo pasar todos los objetos, uno a uno. Veo que mi vida se va sin mí! O yo con ella, o yo en ella.

8 años de felicidad. Empezamos. In šāʾ Allāh.